Paula Gil Cano

Religiosa

Un ángel tras la riada de Santa Teresa

Su vida también fue arrastrada por la célebre riada de Santa Teresa pero, en aquella ocasión, no fue río abajo sino desde Cartagena a Murcia. Y ya nunca abandonaría a los más necesitados. Es la historia de la legendaria Madre Paula, fundadora de una congregación religiosa extendida por todo el mundo y que, según la costumbre de esta tierra, apenas es conocida entre los murcianos.

Paula Gil Cano, la menor de siete hermanos, nació en Vera (Almería) el 2 de febrero de 1849. Cuatro meses más tarde, ante la extrema situación de pobreza que atravesaba el hogar, su madre decidió ingresar al bebé en la Casa de Misericordia de Cartagena. Allí pasaría Paula toda su infancia y adolescencia hasta que, animada por el ejemplo de las Hijas de la Caridad al frente de la institución, comenzó a ayudarlas en la atención de los huérfanos.

El 15 de octubre de 1879 se produjo la riada de Santa Teresa. Paula tenía 30 años. Murcia contaba entonces con 26.735 habitantes, más otros 64.774 que poblaban la huerta y el campo. Los historiadores recuerdan que la avenida fue terrible por dos razones. La primera, el gran volumen de agua que cayó sobre la Región. Y la segunda, que se produjo de noche.

«Llovía y llovía – advertirá Martínez Tornel, en El Diario -. La oscuridad era completa. Solamente la llama de los hachones daba un aspecto más pavoroso al terrible cuadro. Se oían gritos por todas partes».

Un remolino de gentes corría hacia el puente para comprobar cómo el agua acariciaba los pretiles. De pronto, las alcantarillas de la ciudad reventaron y se anegó el barrio de San Pedro, San Andrés, la Catedral, San Juan… hay quien se aventura al Carmen, con el agua al cuello, para rescatar a familiares y amigos. El Segura crece hasta diez metros y sepulta el Malecón mientras otro estruendo anuncia el derrumbe de parte del Matadero. Luego, el silencio. En Murcia se produjeron 761 muertos.

La Casa de Misericordia de Cartagena recibió una petición de ayuda. Hacían falta más manos para atender a los heridos y acoger a los huérfanos en el recién creado Asilo de Socorro, en la calle Aguadores.

El día de la Inmaculada Concepción de 1879 llegó a Murcia la joven Paula y comenzó su trabajo. Al poco tiempo, se encargó la tutela del centro a los Padres Franciscanos. El 28 de mayo de 1882, Francisca Paula Gil Cano hacía sus votos temporales de pobreza, castidad y obediencia junto a otras dos ayudantes. Había nacido la Congregación de las Hermanas de la Caridad, luego Franciscanas de la Purísima.

Si la riada de Santa Teresa acercó a Murcia a la Madre Paula, otra tragedia la consagraría para siempre como una legendaria defensora de los marginados de la sociedad. En 1885, una terrible epidemia de cólera morbo se ensañó con la ciudad. Desde el primer instante, la congregación se ofreció a ayudar a las víctimas. Incluso se publicaron noticias en los diarios locales donde se anunciaba que «la Superiora de las Hermanas de Caridad (M. Paula) ha ofrecido hermanas para la asistencia de los enfermos que carezcan de familia».

El Pleno del Ayuntamiento de julio de 1885 aprobó una petición de la religiosa de ceder un espacio en el cementerio de Nuestro Padre Jesús. Entretanto, en el convento franciscano de Santa Catalina del Monte se abre un hospital. En primera línea, las hermanas de la Madre Paula se enfrentarán a la muerte. Y alguna de ellas no lograría contarlo.

La religiosa recordaría más tarde que «nueve hermanas voluntarias fueron a cuidar a los afectados: cuatro de ellas murieron víctimas de la caridad por el contagio. Yo también estuve afectada por la epidemia pero sobreviví». Y su leyenda siguió creciendo.

Más tarde, en 1891, el desbordamiento de un río en Consuegra (Toledo) animó a la congregación a trasladarse hasta Toledo para ayudar a los damnificados. Allí se mantuvieron, según explicó la Madre Paula, «hasta que no hubo miserias que socorrer ni lágrimas que enjugar». La Iglesia Católica reconoció la labor de estas religiosas aprobando, con fecha 6 de julio de 1901, la Congregación de las Hermanas de la Caridad.

La Madre Paula falleció en Murcia el 18 de enero de 1913. Aquel año, la Orden solo tenía 10 casas en España. Sus continuadoras lograron mantener, cuando en 1979 se cumplió el centenario de la creación, un total de 55 conventos repartidos por todo el mundo, con más de 500 religiosas, 4.000 alumnos en sus colegios, unos 20.000 enfermos en sus hospitales y atendían en África a más de 150.000 personas cada año.

A finales del siglo XX, la orden contaba con 57 casas en España, Costa Rica, El Salvador, Mozambique, Colombia, Guatemala, Kenia, Cuba, Honduras, Panamá, México, Nicaragua y Bolivia. El 14 de octubre de 1995 tuvo lugar en Murcia la apertura del proceso diocesano de su canonización como Sierva de Dios.

Entre 1925 y 1927, por iniciativa del doctor murciano Antonio Hernández-Ros, se funda en el convento un pequeño sanatorio quirúrgico, germen del actual Hospital San Carlos ubicado hoy en el barrio del Infante pero antes en la calle San Carlos, al costado del Campus de la Merced. En 1979 se decidió su traslado al nuevo edificio. Es solo otro episodio de la sorprendente historia de una mujer que, pese haber cumplido la treintena, logró hacer realidad su sueño y mantener, cien años después, su legado.