Conchita Gallar

Artista

La artista que rechazó tanta gloria por amor

Renunció a todo por amor. Y lo hizo cuando estaba considerada una de las más populares mujeres de su época. Aunque nunca se arrepintió, la escena mundial perdió a una artista que encandiló teatros a un lado y otro del océano y fue considerada como la discípula predilecta del maestro Quiroga. Pero ni él lograría convencerla de su decisión de regresar a Murcia para casarse con el hombre de su vida. Se llamaba Conchita Conejero Gallar y ha fallecido tras una intensa existencia que comenzó el día de su nacimiento, un 15 de enero de 1929.

La abuela Luz fue quien sembró la pasión por el arte a la familia. Primero a la madre, quien atesoraba la carrera de música y solía participar en funciones benéficas. En una de ellas, ‘El Tambor de los Granaderos’, revolucionó la ciudad al salir a escena con unas mallas blancas y en el papel de un hombre. Y la nieta siguió sus pasos.

Cuando apenas contaba cuatro años, el 7 de mayo de 1933, actuó por vez primera en el Teatro Romea junto a otros pequeños en el ‘Coro de las sombrillas’, de la zarzuela ‘Luisa Fernanda’ y en otra obra del maestro Massotti. Los fondos recaudados se destinaron al monumento al compositor murciano Manuel Fernández Caballero.

Un año más tarde y con la misma finalidad Conchita volvió a actuar, «aunque al poco empezó la guerra», dejó escrito en un esbozo de sus memorias que conserva la familia. Concluida la contienda y cumplidos los diez años, un 10 de enero de 1940, representó ‘La Verbena de la Paloma’ en el papel de ‘señá Rita’. Entretanto, estudió la carrera de piano. Ya nunca abandonaría los escenarios. Aunque tendría que vencer las lógicas reticencias de su entorno, pues su destino era convertirse en abogada, como abogado era su padre.

A los quince años fue nombrada ‘Madrina del Orfeón Murciano Fernández Caballero’ y dos años después comenzó su trayectoria teatral, la misma que le llevaría a llenar el Romea en varias ocasiones. ¿Cómo sucedió? La joven apuntaba muy dignas maneras para dedicarse a la farándula. Su abuela lo sabía. Incluso la apoyó sin decir en casa ni pío. Y juntas viajaron a Madrid. Los padres no se enteraron de aquella escapada para que a la niña la escuchara el maestro Quiroga.

El célebre compositor quedó prendado de la voz de Conchita, quien comenzaría a utilizar el apellido Gallar, más comercial que el primero. Por aquellos años, Quiroga escribía su obra ‘Pregón de Feria’, que sería estrenada en el Teatro Calderón. Carmela Montes, la ‘canzonetista’ del espectáculo, a la tercera función, lo abandonó para marcharse a México con su novio.

Fue la oportunidad de Conchita. Ella había aprendido las siete canciones que interpretaba la Montes. Las bordó, convirtiéndose en la primera actuación como protagonista en el Calderón. Sucedió el 21 de abril de 1947. La obra fue representada en otros teatros y la fortuna comenzó a sonreírle. El suplemento ‘Barcelona Teatral’ publicó el 12 de junio de 1947 que Conchita era «la discípula predilecta del maestro Quiroga. Este solo nombre es suficiente para decir a los lectores que la discípula está suficientemente calibrada en sus posibilidades artísticas».

El redactor destacaba que la murciana había firmado un ventajoso contrato como primera figura en un espectáculo en Madrid. Tenía 17 años y era, según la publicación, la «quintaesencia de belleza y arte, con su cuerpo esbelto y su elegancia suma».

En su siguiente espectáculo propio, que se tituló ‘Luz a la Batería’, volvería a triunfar sobre las tablas de diversas localidades españolas. El éxito de aquella gira atrajo la atención de otra empresaria argentina, María Antinea, quien le propuso que la acompañara a Buenos Aires para compartir escenarios.

El acuerdo se materializó en un contrato de tres meses en el Teatro Avenida de la capital porteña. E incluyó el pago del finiquito a todos los artistas de la compañía de Gallar y su billete de avión. Pero también el de su padre y «el de mi tata, que me crío. Siempre la tenía a mi lado», escribió la murciana en aquellas improvisadas memorias.

Los tres meses, porque el teatro se llenaba hasta la bandera, se convirtieron en ocho. Y de allí pasarían a Montevideo (Uruguay). Otros muchos contratos rechazó Conchita pues deseaba regresar a España, donde le ofrecieron ser la protagonista de una película titulada ‘La Revoltosa’, junto a Tony Leblanc.

Aunque el auténtico revuelo fue cuando decidió, casi de la noche a la mañana, abandonarlo todo. «El que fue mi novio en mi primera juventud se me presentó con su carrera de médico odontólogo recién terminada… Y me dijo […] que si lo dejaba todo se casaba conmigo. Como nunca lo olvidé, dije que sí», recordaba Gallar.

El propio Quiroga y su mujer viajaron a Murcia para advertirle a Conchita de que, si acaso no funcionaba el matrimonio, no dudara en regresar a Madrid. Comenzó así una nueva vida, también cuajada de éxitos en lo personal y que le regalaría 6 hijos y 49 años de matrimonio. Gallar, dos años después de casarse, le pidió a su marido que le permitiera acompañarlo en la consulta.

Al principio, el doctor se opuso. Eran años en que las señoras no acostumbraban, y en muchos casos ni se planteaban, trabajar con sus maridos. Pero al final aceptó. Y ella se convirtió en su más estrecha colaboradora. Además, también escribía versos que denominaba ‘Poesía de delantal’. Y los declamaba con maestría. No en vano la enseñó a hacerlo Rafael de León, el célebre letrista de coplas. Coplas como las que Conchita interpretó en escenarios compartidos con Juanita Reina, Lola Flores o Carmen Sevilla, quien acabó rodando ‘La Revoltosa’.

Las tablas nunca supieron más de ella, hasta una aparición estelar, hace un par de años, en la comedia murciana ‘Las Aventuras de Moriana’. Aún rezumaba maestría y arte su mirada. Sin embargo, el 6 de junio de 2018 se apagó su voz, aquella espléndida voz de esta gran murciana que triunfó en apenas tres años y cuyo nombre ya figura en las páginas más ilustres de nuestra historia.