A la señora esposa del presidente de la Audiencia, en aquel remoto año de 1923, se la llevaban los demonios. Pero se la llevaban en automóvil. O, cuando menos, parecían llevársela en el vehículo que la joven Araceli Fernández Tomás, contra todo pronóstico natural, social y cristiano, se empeñaba en conducir. Así que la señora esposa del...