Francisca Moya del Baño

Científica

La primera catedrática de la UMU

La nómina de murcianas que en la segunda mitad del siglo XX alcanzaron el éxito tras superar sus estudios en esta Universidad resulta, por suerte para la sociedad, casi interminables. Entre ellas destaca Francisca Moya del Baño, nacida en Cieza un 14 de mayo de 1942 y quien no fue la primera en todo, pero casi. Porque logró la primera cátedra de una mujer – la de Filología Latina, desde 1972 -, pronunció el primer discurso de apertura de curso, fue también la primera en pertenecer a la junta de gobierno de la institución y pionera en crear una revista científica en 1986, Myrtia, de gran prestigio entre los investigadores. Tras convertirse en profesora emérita, Francisca continúa estrechamente relacionada con su amada universidad.

La catedrática atesora brillantes estudios sobre los mitos grecolatinos y a su recepción en las Artes y las Letras y centró gran parte de su actividad académica en los grandes autores de la Literatura Latina, entre ellos Virgilio, Ovidio o Tibulo, además de su herencia en las literaturas vernáculas. Investigadora principal en numerosos proyectos, entre los que destaca Jano, Moya del Baño dirigió hasta 25 tesis doctorales, además de impulsar con decisión el catálogo bibliográfico de la biblioteca Antonio de Lebrija.

De entre cuanto ha conseguido en su vida académica, Francisca destacó en una entrevista concedida a este autor en 2018 en el diario ‘La Verdad’, el conseguir que

hubiera una Licenciatura de Filología Clásica en Murcia o haber puesto en marcha el Aula de Mayores.

En esta ocasión, la catedrática aclaró que a lo largo de trayectoria se había encontrado con muchas personas que le sirvieron de ejemplo, pero hubo tres, aparte de su madre, que “especialmente, me marcaron, pues las encontré en esa edad en que somos capaces de moldearnos. Siendo diferentes tenían bastante en común; mujeres adelantadas a su tiempo, inteligentes, muy bien formadas, maestras excepcionales, la madre Mercedes Castelltort, una monja franciscana, catalana, moderna, fuerte; Doña Pepita Semitiel, mi profesora de Latín en Cieza, que me hizo amar el Latín; y Doña Encarnación Plans Sanz de Bremond, catedrática de Latín del Instituto Saavedra, mujer sabia, excepcional, con la que vi claro que era compatible cuidar una familia y trabajar fuera de casa. Ella todo lo hacía bien. Su rigor científico lo acompañaba una cercanía discreta y su amplia sonrisa”.